No a la rebelión en la granja, sí a la rebelión de los votos

El pasado 1° de mayo, en un discurso completamente destemplado, el presidente Nicolás Maduro se refirió abiertamente al referéndum revocatorio que legítimamente la oposición ha solicitado para que se lleve a efecto este año. Dijo: “Si la oligarquía, algún día, hiciera algo contra mí y lograra tomar este Palacio (Miraflores), yo les ordeno, hombres y mujeres de la clase obrera, decretarse en rebelión y decretar una huelga general indefinida hasta obtener la victoria frente a la oligarquía; una rebelión popular, con la Constitución en la mano, unida a la Fuerza Armada y la clase obrera”.

El resultado de un referéndum revocatorio no debe ser satanizado por el Ejecutivo. Es un mecanismo constitucional de participación, establecido en el artículo 72 de la carta magna, mediante la cual los ciudadanos inscritos en el Registro Electoral Permanente del Consejo Nacional Electoral tienen el derecho de expresarse para cambiar a las autoridades que eligió antes de que expire su mandato; ya sea porque le han perdido la confianza, o porque la gestión del gobernante no ha sido buena.

La instrumentación de este mecanismo no puede ni debe ser motivo de una rebelión, porque en definitiva lo que busca el ciudadano son soluciones para tener un nivel de vida normal y digno que, en este caso, Maduro no le ha podido dar, y que, por el contrario, les ha negado. Lo más visible de la gestión de Maduro se podría enumerar como sigue: crisis humanitaria por escasez de alimentos y medicinas, desbordamiento de la inseguridad ciudadana y, más recientemente, incapacidad para llevar a cabo una adecuada gestión del cambio climático, que ha generado zozobra ante la inminencia de un apagón general que terminaría de paralizar la economía y el país.

La democracia supone respetar el resultado de las urnas. No es democrático que un presidente, ante la posibilidad real y cierta de que el pueblo le revoque su mandato, estimule una rebelión y a esos efectos imparta órdenes a la Fuerza Armada y la clase obrera.

Más que antidemocrática, esta exhortación a la rebelión es delictiva; la expresión más clara del autoritarismo. Excitar públicamente una rebelión civil por los eventuales resultados del referéndum revocatorio desintegraría el sistema democrático y republicano de Venezuela.

Presidente, usted en su discurso, en vez de comunicar planes sobre nuevas fuentes de empleo, le ordena a la clase obrera que vayan de la mano con la FANB para que cometan el delito de rebelión. Sí, la rebelión es un delito establecido en al artículo 143 del Código Penal, cuya pena oscila entre 12 a 24 años. La rebelión supone la actividad de una multitud armada para cambiar la Constitución, ya que de por sí implica que ese cambio sea violento, es decir, causado por un movimiento concordado o improvisado de mucha gente armada.

Según la jurisprudencia establecida por la Sala de Casación Penal del Tribunal Supremo de Justicia, a través de su sentencia N° 379, dictada el 10 de julio de 2007, “puede existir el delito de rebelión sin armas siempre que el alzamiento sea público, hostil, y con el fin de deponer al gobierno legítimamente constituido o tomar posesión al efecto”. Esto significa que con armas o sin armas la rebelión siempre será castigada.

Presidente, además de estimular una rebelión, usted sugiere que, de ser revocado, el pueblo decrete una huelga general indefinida. Esta idea es inútil. La explicación es simple: una huelga implica la cesación colectiva de la jornada de trabajo por parte de los trabajadores, con el objeto de obtener reivindicaciones. Pero, de resultar usted revocado, lo primero que debería hacer el nuevo gobierno para que la huelga sea efectiva es restaurar la jornada laboral que prácticamente no existe, pues Maduro podría ingresar al récord Guinness como el presidente que más ha disminuido en número de días laborables en la administración pública. La burocracia estatal solo trabaja dos mediodías a la semana.

Para que una huelga sea viable, el nuevo gobierno debería normalizar las relaciones entre patronos y trabajadores. Sí, porque en Venezuela, el mayor empleador es el Estado.

La destrucción del aparato productivo es tan desastrosa que ni siquiera las industrias básicas que están en manos del Estado funcionan. El gobierno se dedicó a hostilizar a los productores privados. Y, además, demostró que la gerencia no se expropia, pues todas las empresas que intervino, expropió o tomó por la fuerza disminuyeron drásticamente su productividad y rentabilidad.

Por más esfuerzos que hacemos, no logramos imaginar una huelga de trabajadores que no tienen trabajo, ni jornada laboral que suspender. Nos preguntamos: ¿cómo funcionaría una huelga indefinida en un país paralizado, en donde no hay empleo? Eso sería una huelga muy rara o quizás se trate de otra cosa.

Las palabras del presidente Maduro nos hacen recordar aquella famosa novela satírica de política-ficción Rebelión en la granja, escrita por George Orwell, quien con su gran ingenio parodió la corrupción y el colapso del régimen comunista de Stalin.

Orwell relata la vida en una granja donde los animales toman el poder y forman su propio gobierno; un gobierno que rápidamente degenera en una tiranía brutal. En suma, el tema principal de la obra es el abuso de poder, y cómo este corrompe a los que lo poseen, llevando a la avaricia, la discriminación y la traición. Así, Orwell resume cómo los cerdos de Rebelión en la granja usan su poder para manipular y engañar a los otros animales y afianzar su dominio sobre ellos.

En Venezuela hay que poner orden en la “granja”. En vez de resignarnos a morir a manos del hampa, los venezolanos merecen justicia y no impunidad; en vez de percibir cotidianamente el ejercicio de una autoridad absoluta, debe imponerse el Estado de Derecho; en vez de hacer colas en mercados y farmacias para tratar de adquirir alimentos y medicamentos sin garantías de poder adquirirlos, ya sea porque escasean o por sus elevados costos, se debe garantizar el acceso a la alimentación y a la salud.

En vez de promover huelgas en un país que no trabaja, urge un cambio de modelo, un mayor estímulo a la producción y al empleo digno.

Por todas estas circunstancias, la Mesa de la Unidad Democrática entregó al Consejo Nacional Electoral 80 cajas con planillas contentivas de 1.850.000 firmas (casi 10 veces más de las 195.721 que representa 1% del padrón electoral) requeridas para solicitar formalmente el referéndum revocatorio del mandato del presidente Nicolás Maduro.

La verdadera rebelión que quiere el pueblo venezolano es la rebelión de los votos, en paz y en democracia, no la rebelión de las armas que imagina Maduro.